Startups, empresas, administraciones públicas, organizaciones del tercer sector y particulares no dejan de generar valor constantemente, pero éste no termina de capitalizarse, de traducirse en iniciativas efectivas -en términos económicos, de utilidad general y de retorno social- por falta de comunicación y escucha activa por parte de los involucrados y, además, por la ausencia de estructuras, canales y la ‘inteligencia’ precisa para facilitar un espacio común, capaz de poner en común las necesidades y los fines de las distintas partes interesadas.

Se acabó el mundo conocido de los espacios estancos, de las islas, de los entorno separados. Los límites o las fronteras entre empresas, administraciones públicas, las organizaciones del tercer sector y las startups son tan finos, que apenas resultan perceptibles para el gran público, luego se impone una visión transversal, capaz de conjugar las distintas necesidades, expectativas y retos dentro de un ecosistema interrelacionado y comprensivo. Esto se conoce como ‘innovación abierta’; es decir cuando concurren intereses de distintos actores y puede producirse un aprovechamiento de mutuo enriquecimiento.